Muestra de poesía:
Poemas de Charllote
(Fragmento)
III
Charlotte,
en Washington me pareció verte
en aquella taberna.
Era la primera vez
y traías dos cervezas en las manos.
Yo escribía un poema
a tu cuerpo desconocido, Charlotte.
A la aventura de los cuerpos
clandestinos atados en la oscuridad.
Eran los tiempos de la jardinería sexual.
Afuera, mirando el Commodore frío
álgida guillotina era el aire de las calles
y cafés y música irlandesa
escapaban por la boca de algún sótano
incierto.
Charlotte, recuerda que esperé tu salida
y te miré bravamente.
Manchaste el Capitolio
calle arriba
y el metro, la central del metro,
te tragó como una bestia del futuro.
Desde entonces Charlotte,
la naturaleza de tu pelo,
del que corre tus piernas
monte arriba
cabrillea en mi memoria.
IV
Si vinieras, Charlotte,
a espantar esta soledad cicatrizada.
Si viniera tu voz a redimir mi angustia.
Yo sabría, Charlotte, abrazarte,
tocar tu pelo
y radicar mis besos en tu nuca mojada.
Sabría dormirme como los niños
y jugaría con el botón de tus senos.
Si vinieras Charlotte,
mi cuerpo sería una fiesta de luces
y no pensaría dejarte a la vera del rumbo.
Si aparecieras,
si solamente aparecieras con un te quiero
en la boca
y tu impedimenta de caricias Charlotte.
Pero es sólo la soledad y las salinas
y la luz
y el rumor del mar.
VI
Ahora voy a penetrar en tí
con la suavidad de un sueño.
Voy a sembrate, dije,
y a sembrarme como una mirada
en la inmensidad de la noche.
Flor abierta serás
y el miedo:
un acaso
un tal vez
un
caramba
¿por qué?
Charlotte.
VII
Charlotte,
entre tus piernas guardas todos los ritos,
todos,
pero esa desnudez tuya es incompleta, Charlotte,
tengo que adivinarte.
Luego vuelvo a mi casa para rehacerte toda,
Charlotte.
Erase una vez un rompecabezas de cuatro piezas:
pechos
vientre
sexo
piernas.
En mi cama habitan todas las desolaciones
y en la mesa, los pétalos de cinco margaritas
murieron de esperarte.
Pero Charlotte
esa línea que se dibuja sobre tu sexo,
la mancha sobre tu rodilla
y el vello en tu espalda
es conmoción de luces
Charlotte,
a pesar de que huyes, cometa.
VIII
Ahora me doy cuenta Charlotte,
perfectamente,
de que has sido mía infinidad de veces.
Desde el pasillo de la librería
hasta
el más
peque
ño de
los
co
lo
fo
ne
s.
En la última esquina del mundo.
Recuerda Charlotte
que las velan cuatro lagartos
desde que los formadores
midieron los meridianos y los paralelos.
Que como los cuatro vientos
he besado tus cuatro costados
y tú has temblado cuatro veces,
Charlotte.
Poemas de Vetala
4
Penetro en ti
como la luna en la noche.
Risa.
Perfumas de sales
la casa
que me habita.
18 de noviembre de 2002
5
¿Dónde se ocultan
todas las luciérnagas
que componen tu rostro
cuando te ausculto
de cerca?
Es que nunca he podido
tenderme sobre el abismo
por más de tres segundos.
Caigo...
¿Cómo es posible que el
viento
no me diga que te ha oído
ululando en la noche?
Vetãla, te he visto dormida como una piedra.
Y encima de ti
yacían las gaviotas de otros
relatos.
No las he despertado.
Temía que me miraras como
una Furia.
Solamente he dejado que
los relojes las manchen
y la sangre, la tuya que
ya viene,
me diga con sus olores
el sexo de tu sexo.
Cintura arriba
eres una manera del recuerdo.
Y yo te escribo poemas
mientras duermo en tus senos.
En el plomo de tus ojos
camino como todas las tardes.
Arriba, muy arriba,
una silueta ininteligible
baila
mientras yo, oculto en ella,
la baño en las entrañas.
Te amo como a tus pies,
porque te mantienen en ascuas.
Y el fuego es mi poema,
Vetãla.
20 de noviembre de 2002
6
Antorcha.
Chasqueando en la noche
una flota de pájaros
te aguarda.
La flama son tus pelos.
Nunca dudé que la luna fuera
dulce.
Acremente,
su olor sube de tu vientre
al ombligo,
del ombligo a los senos
hasta invadir
mis sienes.
Ay Vetãla,
no te vayas,
como auguran las palabras
que imponen las estrellas.
¿Acaso no te das cuenta
de que el tiempo no sucede
del mismo modo
cuando te ocultas,
Vetãla?
22 de noviembre de 2002
7
En el espanto
de tu vientre rojo,
esta sola mirada
se clava
como una espina,
Vetãla.
¿Dónde?
¿En qué lugar
acechaban los zorzales
que ultrajaban el viento?
Porque tus piernas
son dos caminos
alternos
que conducen al
mismo sitio:
la montaña,
la piedra,
el hueso
y el cartílago.
Colina púbica.
En tu sangre me inmolo.
24 de noviembre de 2002
8
Clepsidra.
El tiempo cae en los
granos
de la dulcísima arena.
Mantis que une sus palmas
para abrazarse a mi cuello.
Camino por tus senos
con mis dedos de fuego.
Áspid.
Siseando en la noche
la luna llena se escapa
de tu lengua de cieno.
Yo me olvido del tiempo.
Penetrada.
¿Cómo puedo vivir sin
contemplar tu cuerpo
de pelo y de penumbra?
Una mancha se atreve
a asomarse
entre tus piernas.
¡Qué sé yo de los órdenes!
El caos es mi hábitat.
Mordedura de espuma,
blanda como una nube
cargadísima de agua.
Vetãla.
Mañana es otra noche
para entrar a tu casa.
26 de noviembre de
2002